Publicación: 27 Jan 2021
Disciplina: Historia
El telón de un teatro es un párpado que nos abre una ventana al sueño de otros. ¿Han experimentado ante un telón cerrado la expectativa de lo que vendrá cuando se abra? Es como si la obra empezara desde antes en nuestra cabeza. Detrás de él, un mundo imaginario espera por nosotros. Y si nos llega algún rumor de dentro, solo nos fustiga más la imaginación. Un telón cerrado siempre promete una sorpresa… y le creemos.
Se entiende con ello que el telón es más que un artefacto de la tramoya del teatro. Pero ¿te sorprendería si te dijéramos que el teatro no siempre ha tenido un telón y que incluso su uso es relativamente moderno? Cuesta imaginarlo ¿no? Esto es así, quizá, porque en nuestro imaginario colectivo, a parte de las máscaras que representan la comedia y la tragedia, tal vez no haya un símbolo más distintivo de este arte que ese juego voluptuoso de cortinas rojo terciopelo que oculta la obra por ver. Pero no siempre estuvo ahí y en esta entrada te contaremos algunos datos interesantes sobre su historia.
Para empezar, la unidad mínima pero elemental del teatro es el actor. Es lo único que se necesita para que exista. Un solo actor es capaz de crear un mundo entero para nosotros y hacernos creer que está ahí. Todo lo demás (el recinto, el escenario, la escenografía, la iluminación) es añadido.
Imagina que hubo un tiempo en el que el teatro cabía en un costal. Tiempo en el que una sola persona podía vagar de pueblo en pueblo cargando un teatro, es decir, mil mundos, en sus hombros. Cómicos de la legua le llamaban.
Aun así, el telón llegó al teatro algún día. Una creencia es que que su origen es el Lejano Oriente, que proviene de los teatros de sombra hinduistas. No obstante, su origen sigue siendo un misterio. Lo que sabemos es que aparece en occidente en el inicio del teatro romano con los juglares que montaban y desmontaban un escenario rústico, un podio cuadrado de un metro de altura sobre el suelo, al que añadían un telón de fondo, una rústica sábana blanca, frente a la cual actuaban los mimos.
Se perfecciona un poco para el año 56 a. C. cuando se introduce el telón de boca en el teatro romano y se crea con ello el primer mecanismo mecánico para ocultarlo e izarlo desde el suelo. Sí, contrario a la actualidad, el telón se ocultaba en un foso que había frente al escenario y servía para que, en los intermedios, los mimos actuaran frente a él, mientras detrás los actores se preparaban para la próxima escena.
Su aparición no echó raíces y durante la larga etapa de Edad Media prácticamente desapareció de los teatros. Tenemos que esperar hasta el Renacimiento para verlo resurgir por Italia. Hay una fecha precisa. El año 1618 cuando el príncipe de Parma encomienda al arquitecto italiano Giambattista Aleotti la edificación del Teatro Farnesio, en el cual instala un telón de boca como el de los romanos.
A partir de entonces el telón no dejaría de volverse cada vez más suntuoso, más lujoso, y más complejo en sus mecanismos de plegado. Algunos incluso eran decorados con pinturas y anuncios escritos para el público que esperaba las obras. No obstante, hay que aclarar que el telón era un lujo del teatro cortesano, surgido de la estética palaciega.
El teatro popular prescindió casi en su totalidad de este elemento. También sorprenderá a muchos saber que el gran teatro de Shakespeare (el teatro isabelino en general) y las grandes obras de los dramaturgos españoles del Siglo de Oro como Lope de Vega prescindieron totalmente de este artilugio. Ambos se llevaron a cabo, por lo general, en edificios que no contaban con dicho mecanismo. Para indicar el inicio o final de las obras, al no existir luz eléctrica que pudiera apagarse o encenderse con este fin, los dramaturgos se valían de prólogos, epílogos y otras artimañas.
Un hecho muy curioso que se cuenta de esto es que cuando en el teatro isabelino había un personaje muerto en escena, al carecer de telón, tenía que entrar un personaje a gritar ¡Que alguien se lleve los cadáveres!.
Gracioso ¿no? Ahora imagina que antes de que la obra empezara, el público podía contemplar a los actores mientras se preparaban y que, cuando las escenas y los actos terminaban, el público permanecía contemplando el escenario vacío o mirando cómo los tramoyistas cambiaban la decoración.
Luego de este ir y venir, actualmente el telón ha sido desplazado por el uso de la luz eléctrica que sirve para marcar el inicio o final de las obras o de escenas; incluso para ocultar del público movimientos de utilería y escenografía. El dominio de la luz eléctrica junto al surgimiento de nuevas corrientes teatrales del siglo XIX y XX ―que desnudaron la escena de decorados, sacaron al teatro del teatro y enfocaron la dramaturgia en el potencial del actor― desplazaron en definitiva el uso del telón en el arte teatral, no así en la ópera y los ballets.
Aún así, es una gran experiencia admirar los telones más lujosos que se han montado en diferentes teatros del mundo como La Scala de Milán y otros que pueden apreciarse en internet. En México tenemos un ejemplo increíble, el telón de cristal del Palacio de Bellas Artes, que pesa 22 toneladas y que, además, está decorado con la imagen de los volcanes que circundan el Valle de México. ¿Lo conoces?
En fin, el teatro podrá prescindir del telón, pero seguirá siendo la metáfora de los párpados de alguien más que nos ha invitado a sus sueños o su ausencia nos dirá que vivimos en uno de ellos.